Que llega tarde la postal, de un amanecer en el que me
sobran suspiros y me falta libertad, y tú no estás. Porque te fuiste de este
camino, sin tan siquiera mirar atrás. ¿Qué podía esperar? Te grité hasta
derramar la última esperanza de volver a empezar. Donde lo dejamos. En ese
aeropuerto lleno de besos robados, sonrisas que se alejaban y ganas de parar.
De parar el tiempo y no separarnos más. Te grité, hasta callar cada latido de
un corazón que no hacía más que sangrar. Me gritaste y nos mentimos, porque
llegan momentos en los que ni siquiera importa la verdad. Ni tú me quieres, ni
yo te quise nunca… ¿Y eso qué importa ya?
Y ya no quedan miradas que vayan atrás, no te busco entre la
gente, y no quiero saber si estás. Siempre me dijeron que quien te quiera, te
buscará… y tú huiste corriendo, y nunca miraste atrás. Al final del cuento, aparece
la verdad… aunque siempre será más fácil culpar a los demás.
El final del cuento, siempre llega cuando tiene que llegar.
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